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Marisa Pugès

29/3/11

Los versos locos de la princesa Inca

(Artícuo publicado en el País)

Dicen los médicos que es bipolar, esquizoafectiva. Dice ella que la crisis que sufre desde hace diez años y la fuerte medicación la dejan como un zombi. Princesa Inca / Cristina Martín remueve conciencias desde la radio y ahora desde un estremecedor libro de poesía.




Ha necesitado dormir 14 horas antes del encuentro con el periodista. "La medicación me deja como un zombi". Lleva así más de diez años. "Administradme dosis fuertes de pastillas / para que no sepa pronunciar ni mi nombre / para perder el sentido de estar sintiendo / el sopor de una existencia llena de puñales".



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"Un día te levantas y estás distinta.De repente, me sentía la reencarnación de una princesa inca"



"Más que tristeza, son miedos. Tengo un amigo que oía voces; le acompañaban. Se las quitaron y la soledad le parece más terrible"



"Escribir ha sido mi salvación. También la música. En mis épocas más duras, Camarón me ha dado mucha fuerza. Lo llevo tatuado"

Princesa Inca (Cristina Martín, Barcelona, 1979), jardinera, estudiante de psicología, diagnosticada como bipolar, o con trastorno esquizoafectivo -depende del doctor"-, "loca" -dice ella misma-, colaboradora del programa La ventana, de Gemma Nierga, en la cadena SER, acaba de publicar La mujer-precipicio (Libros del Silencio), donde se incluyen estos versos de Administradme pastillas: "Pastillas que rectifican a los que sueñan, / más de lo previsto, / más de lo que a vosotros os hace falta".



Pero mejor eso que el insomnio, que es blanco y enloquece... "Blanco como la blusa Armani / que come del sudor y la espalda doblada de mis padres. / El insomnio es blanco, blanco como la luna, como la nevera vacía, / como el arroz hervido de los pobres. / Blanco como las sábanas blancas en las que lloras / porque no encuentras la salida. / El insomnio es blanco, / blanco sucio como el patio de la cárcel, / blanco como las batas y las correas del psiquiátrico".



Se lo echa en cara a la sociedad normal. Desde la radio, desde su libro de poesía (el primero), desde esta entrevista (una de las muy pocas) en Gracia, fumando en la terraza de un bar de una plaza de su barrio de Barcelona: "Las enfermedades mentales siguen siendo un tabú. Apenas se habla de ellas, y eso da pie a que no se debata, no se investigue lo suficiente. La sociedad, la sanidad pública, lo único que hacen es administrarnos pastillas, narcotizarnos, para que les dejemos tranquilos. Poco más. En estos diez años en los que he sufrido crisis, el tratamiento poco ha variado. Mi padre era transportista; mi madre, ama de casa y costurera; yo no tengo dinero para pagarme psicólogos ni psiquiatras privados. Te dan pastillas que te anulan, pero no se paran a escucharte para intentar averiguar qué pasa".



"He sufrido tres grandes crisis, en las que las subidas y bajadas son brutales, extremas. La primera, con 20 años. Un misterio. Un día te levantas y estás distinta. No sé por qué. Estaba en la Universidad estudiando psicología. Y, de repente, me sentía la reencarnación de una princesa inca. De ahí el nombre con que firmo.Y luego, otra más, cuando trabajaba como jardinera; es verdad que curraba mucho, 13 horas diarias". Y luego, otra más, hace año y medio, cuando murió su padre de repente, de un ataque al corazón, en la que tuvo que ser sometida a terapia electroconvulsiva (electrochoque), pero de eso prefiere no hablar. "Fue un palo muy grande. Mi padre era muy buena gente. Yo estaba muy unida a él. Fue demasiado para mí. Me internaron tres meses. Y luego estuve mal otros seis. Como secuela, me ha quedado la agorafobia. Ahora me da miedo coger el metro sola. No lo sé explicar. Pero es así. Ya sé que no es racional. Los tratamientos son muy fuertes. Y cuando te internan, tú no entiendes nada. Te atan, te sujetan, y tú crees que es un compló contra ti, porque en los momentos de euforia tú estás arriba del todo, y te crees una princesa inca, o Janis Joplin, y no entiendes nada, por qué te encierran, por qué te atan. Como decía Panero (el escritor Leopoldo María Panero): en un psiquiátrico entras hablando de la Virgen y sales hablando de nada".



-Pero ¿qué se siente?, ¿una tristeza enorme?



-Más que tristeza, son miedos. Es muy complicado lo de la mente. Es que a veces no puedes tirar para adelante. Tengo un amigo que, por ejemplo, oía voces por la mañana. Yo no, nunca he oído voces. Pero él sí. Y cuando se las quitaron, con fármacos, sentía una soledad tan grande que él decía que era más terrible que las voces, que las voces le acompañaban. No se puede intentar homogeneizar a todos por igual. Si esas voces te dicen cosas positivas, ¿por qué quitarlas? Los niños las oyen, tienen amigos invisibles, que les ayudan a desarrollar su imaginación. Y no creo que sea bueno callárselas. ¿Por qué todos tenemos que ser iguales? Quizá para que seamos más manejables. Dicen que estamos locos, pero te fijas en cómo actúan los políticos, la Iglesia, los ejércitos, y ¿esos no están locos?



Princesa Inca-Cristina escribe desde que lo recuerda. Se crió escuchando los versos de Lorca que le leía su madre. Tiene una estantería de su pequeña habitación llena de libretas con goma con sus pensamientos escritos a mano. "Ha sido mi salvación. No sé qué habría sido de mí sin esto". Pero compone versos como vomitando, echando todo fuera, haciendo daño, hurgando, no busca estéticas: "No se trata para mí de un trabajo, no me esmero, no cuadro, no / perfilo, no borro, no reviso, no perfecciono. Son gritos" (No son palabras, sino gritos).



"¡Despierta, princesa, muñeca, caricatura, flor, puta, vacía, gitana, rota entraña! (... ) ¡Despierta, máscara inútil! No llores, que destiñes tus zapatos rojos, y tus vestidos de hilo, y te quedarás descalza, y entonces... Ay, ya verás qué frío, y qué muerte, y qué nada más y nada más, nada más, puta Princesa, loca, ya verás, llorona, descalza y muerta, deja de llorar o ya verás. / Nadie se paró en la Gran Vía... Y yo solo quería, para no ver, coserme los ojos".



-¿Volverá a estudiar psicología?



-Sí, en septiembre quiero comenzar de nuevo, poco a poco, porque me canso mucho. ¿Te imaginas, teniendo los conocimientos, y con mi experiencia, lo que puedo ayudar a otros que se sientan como yo? Porque yo creo que uno de los grandes problemas es la incomunicación. Las enfermedades mentales afectan sobre todo a las sociedades desarrolladas, porque yo creo que hay mucha soledad...



-¿Y las redes sociales virtuales?



-A mí el abuso del mundo virtual me da miedo. Perder los olores, las miradas...



-Su querida poetisa argentina Alejandra Pizarnik era adicta a las anfetaminas. ¿Princesa Inca ha sido adicta a algo?



-No me gusta hablar de drogas. Estoy en contra de su consumo, son muy malas para la cabeza, te atrapan y dependes de ellas, y ya no eres persona libre. Bastante tengo ya con las legales. Uno de mis sueños es levantarme a las siete y aprovechar la mañana, disfrutarla, sentirme viva, y no tambaleándome por la medicación.



-¿Cree en Dios?



-No soy atea. Sí creo que después de morir hay algo, que de alguna manera seguimos en un paraíso personalizado, a la medida de cada uno, que hay algo en ti, energía, alma, pensamientos, una conciencia, que continúa, en otra dimensión pero continúa, según lo que tú has querido ser; no creo que tras la muerte se diluye todo, creo que no viene la nada, pero no creo que haya un solo lugar donde vamos todos...



"Dios en lugar de hacernos nos deshizo / y quedamos desamparados y desnudos / al abrigo de trenes y autovías, / desproporcionadamente solos, / llenos de un viento de incertidumbre, que nos tambalea y nos tumba, / que nos deja paralizados ante la duda / inexacta y rara / de seguir existiendo" (Dios en lugar de hacernos nos deshizo).



Princesa Inca tiene ascendencia gitana; su bisabuela por parte de madre se llamaba Carmen Reyes Cortés, y era gitana de Granada, del Albaicín. Cristina Martín vive con su madre, su abuela de 94 años, su tía abuela de 92 y su hermano de 23, a quien le dedica algunos versos: "En esta familia tenemos una indigestión de sueños y vacíos, / genética y estirpe de gitanos enloquecidos". "¿Dónde te perdimos, que no sabemos desrecorrer el camino?". "Sé que volverás, y yo espero al otro lado de la casa". Desde hace cinco años colabora un día a la semana en las tertulias de la SER. Gemma Nierga la descubrió cuando entrevistó a un colectivo de Radio Nikosia, un programa dentro de las emisiones libres de Radio Contrabanda hecho por enfermos mentales. Y hasta hoy. "Es tan distinta a todos, tan poco convencional, la sientes tan cercana y lejana a la vez, en su mundo", dice Nierga, "que yo con ella me siento traspasada, sé que ante ella yo no puedo montar ningún personaje, que me ve como realmente soy. Sus poesías son muy duras, dolorosas; pero me gusta su capacidad para crear imágenes nuevas, como esos versos de 'yo sólo quería coserme los ojos para no ver...".



Princesa Inca pinta ahora cuadros caóticos -"psicodélicos, naif, oníricos, de tripi", los describe ella- que llenan las paredes de su habitación pequeña, escribe, habla con su madre, pasea por los parques de Barcelona, queda con las amigas -ninguna me ha fallado, sigo teniendo las mismas de la adolescencia". Aunque le gusta viajar, ahora lo hace poco, por la agorafobia. Y escucha música. Sobre todo flamenco... "En mis épocas más duras, Camarón me ha dado mucha fuerza". Lo lleva en la piel, junto a otros cuatro tatuajes: una roza azul -símbolo de los románticos alemanes-, otra flor y dos mariposas. Hoy también lleva un colgante con una imagen de un hada mariposa. Y en los dibujos que le ha hecho su amiga Mercè López para el libro hay espejos que devuelven una imagen distorsionada y también hay mariposas. Y en la foto de la solapa del libro de La mujer-precipicio lleva un clavel rojo de gitana y una mariposa roja en la boca, la misma con que abre su blog. "Es un libro que lo he querido dedicar a mujeres que tenían una batalla consigo mismas, más que con el mundo, con ellas, mujeres en el límite, como yo. A mujeres como Sylvia Plath y Alejandra Pizarnik".



"No me entregues, / tristísima medianoche, / al impuro mediodía blanco". "¿Qué bestia caída de pasmo / se arrastra por mi sangre / y quiere salvarse? / He aquí lo difícil: caminar por las calles / y señalar el cielo o la tierra". (Alejandra Pizarnik, 1939-1972).



Hoy Princesa Inca lleva un abrigo morado y un jersey rojo de cuello alto. Menos pelirroja que otras veces. Y tras dos horas hablando con el periodista, el espejo de las preguntas le devuelve una imagen de enorme cansancio. Quiere escapar ya de los espacios abiertos, de la calle, las preguntas, nuestra realidad... A veces es difícil caminar por las calles y señalar dónde está el cielo y dónde la tierra. "Ya solo pienso en irme a nadar".



"He pasado al otro lado del espejo, he enloquecido / y recuerdo no haber visto allí vacío o negro / detrás del miedo, lejos del miedo máximo, / detrás no hay oscuridad o frío, / detrás del miedo y la locura / hay un prado larguísimo"



(/para no volver del otro lado del espejo/).



Gonzalo Canedo, su editor, que la descubrió por la radio -me gustaba lo que decía, y cómo lo decía, su voz tan grave... "-, cuenta que la preparación del libro, aunque Cristina ya tenía los versos construidos, se alargó más de dos años porque, cuando empezaron a hacer la selección, murió su padre; quedó tan tocada que la tuvieron que internar... "Cuando fui a visitarla a la clínica, su mirada era especial, una mirada como no he visto nunca, como de muerta, pero a la vez con una luz que atravesaba todas las barreras, como saliendo desde muy adentro. Es lo que dice en el final de uno de su poemas: 'A todas esas pupilas tan dilatadas de tanta química, / que miran aturdidas y absortas / pero tienen la luz más hermosa'. Es lo que le pasa a todo el que la conoce, que es tan ingenua y tan pura, con tan pocas barreras y convenciones de las que nos coloca la sociedad, que a la fuerza acabas rindiéndote a ella, sintiendo ternura por ella".



"A los que no soportaron el túnel y se fueron para siempre, / a los que atravesamos cada día el túnel / agarrados aunque sea a las paredes negras / (... ) a los psicólogos que dan besos. / A los que hemos transitado por el infierno y por el cielo / y no queremos volver más allí. / Y sobre todo / a todas esas pupilas dilatadas de tanta química / que miran aturdidas y absortas / pero tienen la luz más hermosa" (A los que se quedaron dormidos en el nunca

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