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Marisa Pugès

19/4/12

EXPLORANDO EL RASTRO EMOCIONAL DE NUESTRA GUERRA CIVIL: ALGUNAS CLAVES


Francisco de Goya. Duelo a garrotazos.


GREGORIO ARMAÑANZAS ROS


CURRICULUM VITAE:

Dr. Gregorio Armañanzas Ros, médico, psiquiatra, psicoterapeuta, psicodramatista, grupoanalista y consultor de organizaciones.
Trabaja en contexto de consulta privada en psicoterapia individual y de grupo. Trabaja en consultoría, en áreas de dinámica y cambio de las organizaciones, liderazgo, trabajo en equipo y coaching.
Interesado en trauma emocional ha presentado varios trabajos y talleres relacionados con la transmisión generacional del trauma en foros internacionales (Londres 1998, Jerusalén 2000, Zadar (Croacia) 2001, Guernika 2002, Barcelona 2008).

                                         -ELEMENTOS PSICOSOCIOLÓGICOS-

Daré algunas  pinceladas acerca de los elementos psicosociológicos del tema, antes de entrar en los elementos emocionales.
Galtung (1998) identifica tres tareas esenciales tras la guerra: reconstrucción tras la violencia, reconciliación de las partes y resolución del conflicto.
Solo la primera de ellas podemos decir que se ha llevado a cabo en España. En cuanto a reconciliación, mi lectura es que el conflicto late bajo lo superficial. Las recientes elecciones (2008) y la pugna entre Rajoy y Zapatero (líderes del PP y PSOE, respectivamente), puede ser leída en clave de la persistencia de las dos españas: república- franquismo, derecha-izquierda. En esta línea, Peter Sichorovsky (1988) nos dice que la vida política alemana puede ser leída en términos agresores-víctimas.
 Por otra parte este conflicto puede ser leído como un conflicto arquetípico entre ideales e intereses, libertad-orden, etc., que como parte esencial del ser humano latirá siempre en la arena política. No obstante en mi opinión, el conflicto sigue sin resolver bajo la superficie. La sociedad no ha podido ventilar la rabia, la humillación, la vergüenza y la culpa.
Kellerman (2007) nos dice que las emociones implicadas en este tipo de conflictos, nunca se resuelven completamente.

CONSPIRACIÓN DE SILENCIO

Shatan Ch (2001) nos habla acerca de la conspiración de silencio:
“Todo tipo de supervivientes son silenciados y las experiencias tienden a olvidarse y desaparecen. Estas son vividas por otros en la vida cotidiana, tocadas por la muerte y por tanto peligrosas para todos nosotros”.
Kellerman (2007), hablando del manejo social de los protagonistas del trauma dice: “Ellos son, no solamente olvidados, también escondidos y rechazados, indicándoles que guarden para sí mismos sus experiencias por que ellos llevan un mensaje de vergüenza y vulnerabilidad muy desestabilizante para muchos. Parece algo universal (aunque no bueno) el que la sociedad quiere sacar el recuerdo del trauma fuera de la conciencia (y de la memoria) durante este tiempo de reorganización... Tras un período de silencio aparente, en el cual los recuerdos han sido enterrados o almacenados, surgen repentinamente con fuerza. Algunas veces saldrán como resultado de un acontecimiento precipitante que recordará a la sociedad que lo viejo no ha sido suficientemente resuelto”.
Una colega irlandesa me comentaba como, cuando ella era niña solían jugar con batallas inspiradas en la Segunda Guerra Mundial: famosos aeroplanos en el conflicto, etc. No es esa mi experiencia aquí en España. Tal vez porque esta era una guerra entre vecinos, entre hermanos.
 Al mentar este tema es frecuente oír “aquello pasó hace ya 70 años”. Esta actitud me evoca tres posibles significados:
-         Realmente la persona no tiene nada de la guerra en su historia ni en su familia, que le toque de cerca.
-         La persona tiene miedo consciente o inconsciente a explorar su historia o la reactivación del conflicto. Entre los que ocultan esa historia están víctimas y agresores. Están en la conspiración del silencio.
           Al ser un tema fuertemente politizado, es fácil que en el rol profesional nos quedemos ciegos para el sufrimiento de una parte. Hace no mucho tiempo, tuvimos una experiencia en un taller de este tema en el cual un nieto expresaba la culpa que había vivido toda su vida por su abuelo fascista. Comentando esta anécdota con un colega que estaba trabajando en este tema, este se mostraba escéptico ante tal posibilidad.
 Volkan  (2000) nos habla del concepto del trauma elegido por medio del cual el trauma se mantiene en la memoria del grupo:
“Puede transformarse en un importante marcador de identidad del grupo social afectado. Años, incluso siglos después, cuando el grupo social enfrenta nuevos conflictos con nuevos enemigos, reactiva el trauma elegido para consolidar y reforzar la identidad amenazada del grupo social”.
Posiblemente en España coexisten ambos elementos: la conspiración de silencio que se ha dado durante muchos años y que ahora empieza a despertar, y el trauma de guerra como elemento aglutinador de los grupos políticos.

                                              -ELEMENTOS EMOCIONALES-

            No tengo constancia acerca de escritos sobre la transmisión generacional y el impacto de nuestra guerra. Parece que la conspiración de silencio ha abarcado también la reflexión profesional. Después de revisar los profundos efectos familiares y transgeneracionales de los conflictos bélicos, tengo la impresión de que los terapeutas sujetos a los condicionantes sociales en nuestro trabajo, también hemos sido parte de ese pacto de silencio si en nuestro trabajo no encontramos huellas de la guerra. “Sólo se detecta lo que se sospecha”, dice un proverbio médico.
Un paciente con el cual llevo tiempo trabajando en terapia, me comenta hace poco que su padre está deprimido, y lo achaca a la vejez. En la siguiente sesión me comenta por primera vez que lo pasó muy mal en la guerra y que no había mencionado nada hasta los 70 años. Y me dice: “fue algo que le fue muy duro y siempre lo tiene ahí”. De no haber estado centrado en el tema como ahora lo estoy, me habría pasado desapercibido. Habían sido solo dos frases, cada una en una sesión. Ya habíamos trabajado anteriormente su imposibilidad de llorar y expresar pena ante su padre. Su actitud hacia él es de un intento superficial de animarle, socorrerle, protegerle y, tal vez, callarle. Mi hipótesis actual es que tiene un padre profundamente traumatizado por la guerra y que él ha tenido que ser protector y padre de su padre. Se ha parentizado adoptando un falso yo de seguridad y suficiencia.
La transmisión del trauma es frecuentemente inconsciente, transgeneracional, para diferenciarlo de la transmisión consciente, intergeneracional (Schüntzenberger, A. A. 2.000). Tal vez los terapeutas debiéramos plantearnos y explorar la historia de guerra de los abuelos de nuestros clientes.
Los descendientes de quienes vivieron los acontecimientos traumáticos de Pol Pot (Camboya), no identifican en ellos la razón de los problemas que les hacen consultar aunque es muy probable que lo sean (Kinzie y Sack, 2001).
Kellerman (2007) cita a Gampel (1996) y su concepto de radioactividad en conexión con la transmisión parental del trauma del Holocausto. Este proceso parece ocurrir como una filtración radioactiva en la cual los niños de los supervivientes empiezan a internalizar los incomprensibles temores y ansiedades de sus padres y acaban contaminados.
“Esta identificación radioactiva o núcleo radioactivo comprende los restos no representables de la influencia radioactiva que no pueden ser hablados o descritos en palabras y en cambio se revelan por medio de imágenes, pesadillas y síntomas”.
DUELO CONGELADO
Shatan (2001) nos habla del duelo congelado. Es la incapacidad por parte de los supervivientes del trauma de experimentar ninguna emoción, particularmente acerca de sus pérdidas. Es un tipo de anestesia emocional. Pueden describir los hechos acerca de la pérdida sin acompañarlos de tristeza. El autor lo considera como una reacción de defensa ante un extraordinario dolor.
En cuanto a las dificultades para elaborar el duelo, hay factores sociales diversos que han podido dificultar o impedir esta elaboración. Es el caso de las muertes en la guerra, en las cuales no se han hecho los ritos sociales de muerte, máxime si el cadáver no ha podido ser hallado.
Hunter-King (2001) nos habla de los efectos psicológicos en las familias de desaparecidos en Vietnam, tras 25 años. Dicen hijos de desaparecidos:
“Sería mejor si el cuerpo de mi padre volviera. Al menos habría un final. En cada acontecimiento importante incluyo un doloroso momento deseando que mi padre estuviera allí. Tengo dificultades en dejarlo atrás, porque es un tema abierto”.
“El suponer e imaginar y el periódico duelo. Es un asunto que no quieres que muera pero supongo que debiera”.
Se ve la ambivalencia de querer que de una vez muera ese fantasma querido para poder seguir con la propia vida. El duelo no resuelto debido a la no localización de restos se transmitirá a los nietos (Hunter-King, 2001).
Este autor ve en los hijos el temor a implicarse emocionalmente por temor a vivir la experiencia de pérdida o abandono. Algunas de las hijas, informaron de haber desarrollado un fuerte sentimiento de independencia para desterrar la posibilidad de un marido que pudiera desaparecer:
“Tengo un temor irracional a la muerte de mi esposo joven, un temor a terminar sola como mi madre”.
“Retrasé once años tener hijos, porque quería estar segura de tener una carrera, por lo que pudiera pasar a mi marido”.
A raíz de la muerte de Franco en el 75, se han sucedido las búsquedas de fosas y enterramientos de la guerra para realizar rituales de enterramiento adecuados. Una nieta que participó en el funeral de su abuelo muerto en la guerra me lo relataba como si el fallecido hubiera muerte el día anterior (Armañanzas, 2001).
Otro fenómeno relacionado que cita también Shatan (2001) es el de estrés postraumático congelando durante años  y posteriormente reactivado por diferentes conflictos. Menciona el aumento de demanda de tratamiento por síntomas paranoides en judíos viviendo en Québec a raíz de los movimientos autonomistas. Comenta también la vuelta de los recuerdos en judíos, disparada por la Guerra del Golfo.
CULPA POR SOBREVIVIR
Otro fenómeno observado en los supervivientes es el de culpa por sobrevivir. Puede ser vivido como deslealtad a los muertos (Lacapra D, 1994), (Volkan V, 2000).
 Schützemberger(2002) nos dice :”la culpabilidad del superviviente en el caso del camarada que vuelve de un campo de concentración, o de la guerra, mientras que todos sus amigos han muerto”. Los supervivientes pues también pueden dejar rastros emocionales a sus descendientes. De igual forma, describe como el shock traumático de la muerte puede ser transmitido a descendientes en forma de pesadillas, enfermedades o angustias. Es descrito por los cirujanos de Napoleón durante la retirada de Rusia.
Elle Wiesel (1994) nos dice:
“Los corazones de los supervivientes han servido de cementerio para los conocidos y desconocidos muertos del holocausto que fueron convertidos en cenizas y para los cuales no hay tumba. No solo los supervivientes, también sus hijos comparten este sentimiento”.
Los supervivientes pueden necesitar no cerrar el duelo como un testimonio de los crímenes. Esto puede ser reforzado por el clima social y las necesidades de los grupos políticos de mantener la herida abierta.
Los presos liberados por Hanoi, así como los desaparecidos posteriormente encontrados tras la guerra de Vietnam, también vivían la culpa de sobrevivir (Hunter-King, 2001). La culpa por sobrevivir puede ser pasada a los hijos (Ancharoff y Col, 2001).
Danieli (1994) nos habla de cuatro tipos de adaptación de las familias de los supervivientes: familias luchadoras, familias víctima, familias anestésicas y las familias de los agresores.
Las consecuencias psicológicas del trauma amenazan tres pilares básicos de la vida (Ancharoff M. et al 1998):
-               El mundo es benevolente
-               El mundo tiene significado
-               El yo es valioso


                                              -LA TRANSMISIÓN DEL TRAUMA-

Ancharoff M. (1998) establece cuatro diferentes mecanismos de transmisión del trauma: silencio, excesiva apertura, identificación y repetición.
-          Silencio:
Los supervivientes pueden ser impredecibles y explosivos, incapaces de explicar lo que pasa. Se sienten culpables por exponer a las familias a esto y pueden aislarse y sentirse emocionalmente anestesiados e incapaces de conectar con los hijos. Los hijos pueden manifestar los mismos sentimientos de culpa (Ancharoff y Col, 2001).
El silencio a nivel social y posiblemente también a nivel de las familias, es la forma más frecuente en que se ha transmitido la guerra. He escuchado en numerosas comunicaciones personales acerca de hijos de protagonistas de la guerra (primera generación) frases como esta,  refiriéndose a su padre: “no contaba  nada”.
El miedo es una razón pero no la única. Los supervivientes pueden sentir que aceptar el daño psicológico, contando los horrores, puede ser una segunda victoria por parte de los agresores.
Pueden además querer negarlo ante sus hijos que son el futuro y la esperanza (Danieli Y. 1998). Podrían sentirse culpables de transmitir el daño. En otros casos puede ser un querer negar su sufrimiento: nada pasó. Pero el silencio es una forma muy eficaz de transmisión.
Los hijos de partisanos tenían más información sobre el Holocausto y sobre lo sucedido en los campos de concentración, que los hijos de los que habían estado en ellos (Danieli, 2001). Los hijos de veteranos de Vietnam tenían escasa idea de los horrores de la guerra (Rosenheck y Fontana, 2001).
Rosental y Volter(1998) nos dicen: “El silencio y los secretos familiares, así como los mitos familiares, constituyen uno de los mecanismos más eficaces de asegurar la continuidad del efecto de un pasado familiar problemático. Esto es así para las familias de los supervivientes, agresores y adeptos nazis”.
El silencio transmite normas, mitos y metamensajes sin posibilidad de ser cuestionados. Los supervivientes pueden sutilmente transmitir que no hay que preguntar. El silencio es llenado con la fantasía por parte de los descendientes.
El silencio aísla a los supervivientes y dificulta la elaboración de su duelo (Danieli 1998).
-          Excesiva apertura:
Compartir de forma completamente abierta la experiencia puede aliviar el sentimiento de aislamiento en la víctima pero puede generar traumatización vicaria en las familias y en personas no preparadas para compartir la experiencia. Varios autores hablan también de la traumatización vicaria en los terapeutas que trabajan con estos temas.
También es estresante para los descendientes escuchar los detalles expresados sin emoción, con el elemento de desrealizacion, “como una película”.
Los padres deben comunicar sus experiencias. El efecto que esto tenga en los hijos dependerá de la integración que los padres hayan hecho de su trauma en el momento en que se lo cuentan. Es difícil escuchar acerca del dolor y el miedo vivido por las personas en las cuales los niños basan su seguridad. Muchos hijos y nietos rechazan conocer los detalles del trauma o de la historia.
Un buen objetivo es lograr un control por parte de los que cuentan tratando de adaptar su apertura a las necesidades de sus descendientes.

-          Identificación:
Los niños suelen tratar de sentirse responsables del estrés de sus padres. Piensan que si fueran suficientemente buenos, sus padres no se sentirían mal.
En este sentido Ancharoff (1998),  describe el fenómeno de parentización en hijos de víctimas. Estos adoptan un rol de cuidador y protector hacia sus padres. Lo mismo se ha visto entre hijos de veteranos de Vietnam o hijos de sudafricanos (Simpson M., 2001). Una hija de huérfana como consecuencia de las purgas por la guerra decía: “he sido más la madre mi madre, que su hija”.
Danieli (2001), habla de los hijos nacidos en familias del Holocausto. Dice que se describen a sí mismos como nacidos con la misión de compensar a sus padres pro las terribles pérdidas. Tienen dificultades en lograr una adecuada individuación que es interpretada como una amenaza por sus padres.
La víctima pasa inconscientemente a sus hijos el concepto de que el mundo es peligroso, hostil y no digno de confianza. Este daño puede ser muy sutil y difícil de explorar. Una nieta de huérfana, como consecuencia de las purgas de la guerra civil me decía: “tengo una especial sensibilidad a la traición. La imagen de mi abuelo me viene a la mente. Ellos no te matan físicamente, pero si pueden te aniquilan”.
Ya he hablado antes acerca de cómo las familias de vietnamitas desaparecidos en combate quedan detenidas en el tiempo al no aparecer el familiar. En varias ocasiones, he escuchado a nietos el lapsus de referirse a su abuelo asesinado en la guerra como a su padre. Había una profunda identificación con el propio padre o madre huérfano pasando a vivir en primera persona la tragedia que vivieron sus padres.
Danieli (2001) nos cuenta como muchos hijos del Holocausto han absorbido consciente e inconscientemente las experiencias de sus padres en el Holocausto, en sus propias vidas. Pueden vivir pesadillas de estar en campos de concentración. Muchos han internalizado parte de la personalidad de los que murieron.
Kestembeeg (1989) acuña el término de “transposición” para describir la tendencia de los descendientes del Holocausto a vivir en el pasado viviendo en la fantasía durante el Holocausto.
Felsen (1998) describe la actitud que el llama de “rescatador” muy presente entre descendientes de víctimas. En un estudio con descendientes del holocausto, encontró que el 20 % de ellos trabajaban en salud mental en comparación con un 12 % en la población general.
Varios autores han hablado acerca del inadecuado manejo de la agresividad en descendientes de víctimas. Frecuentemente este manejo apunta hacia el lado de la inhibición (Rosenheck y Fontana, 2001).
Es frecuente la idealización del muerto que genera problemas en los descendientes:
Dicen dos hijos de desaparecidos en Vietnam (Hunter-King, 2001):
“Mi madre y otros familiares pusieron a mi padre en un pedestal. Cuando creces ningún compañero, ni tú, es comparable con ese Dios”.
“He tenido problemas con el papel de padre. He idealizado a mi propio padre, hasta tal punto que ha sido difícil vivir con esa imagen”.
 Volkan (2000) nos habla de un fenómeno similar al de niño de reemplazo. El fenómeno del niño de reemplazo se da cuando nace un niño tras la muerte de un hermanito. Si no se ha podido hacer el duelo la madre transferirá la identidad del muerto al recién nacido. Puede ponerle el mismo nombre. En una guerra civil, como hemos dicho, los duelos no son fáciles de hacer. Por ello, se ven fenómenos de niño de reemplazo en descendientes de víctimas.
Tras la guerra los descendientes son cargados con tres tareas (Volkan, 2000):
-          Mantener viva la memoria del trauma de los padres.
-          Hacer el duelo de la pérdida
-          Devolver la humillación o tomar venganza.

-          Repetición:
Los supervivientes y sus descendientes pueden más o menos simbólicamente repetir el trauma. Personas cercanas al trauma pueden llegar a pensar, sentir y comportarse como si hubieran sido traumatizadas o agresores.
Puede considerarse como repetición la tendencia observada en grupos de trauma (Weinberg H, 2005) de repetir el triángulo víctima-agresor-testigo impotente o que no interviene, adoptando diferentes roles y presionando a los coordinadores a adoptar a su vez estos roles, por medio de la identificación proyectiva.
La experiencia de víctima supone una posición pasiva y de impotencia. Miller A (1998), describe la agresividad hacía chivos expiatorios por parte de las víctimas, como por ejemplo, los propios hijos.
Anne A. Schützemberger (2000) habla acerca del síndrome del aniversario: “Si un trauma no ha sido suficientemente hablado, reconocido y expresado en el momento que se ha producido, restos de este vuelven a la superficie en la familia tras 50 o 100 años. Es como si la línea familiar incorporase el horror no expresado para ser transmitido a los descendientes”.
En otro texto, Schützemberger (2002) nos habla de las lealtades invisibles: “continuamos la cadena de las generaciones y pagamos las deudas del pasado; hasta que no se “borre la pizarra” una lealtad invisible nos empuja a repetir, lo queramos o no, lo sepamos o no, la situación agradable o el acontecimiento traumático, o la muerte injusta, incluso trágica, o su eco”.
Decía Francoise Dolto (citado por Schützemberger, 2002) que: “lo que se calla la primera generación, la segunda lo lleva en el cuerpo”.

                                  -LAS FAMILIAS DE LOS AGRESORES-

Durante el apartheid los Koevoets (fuerzas sudafricanas que luchaban contra la guerrilla de la actual Namibia en los 70 y 80), hablan de la satisfacción de matar (Simpson, 2001).
“Tras el día tienes que matar a otro para sentir la adrenalina en la sangre”.
“Te conviertes en adicto, no puedes vivir sin ello”
Hablan nostálgicamente del efecto de describir el último asesinato en el bar con los compañeros y de saber que han sobrevivido. Tenemos anécdotas similares de nuestra Guerra Civil.
Entre muertes hablan de sentimientos depresivos: “la única forma de detener sentirte tan mal es una nueva muerte. Pero como eso se hace normal, necesitas todavía más, debe ser más horripilante”.
Es general la creencia de que los que han muerto traumaticamente volverán a vengarse de los vivos responsables. Hay informes de mutilaciones en Vietnam y en la antigua Grecia en los cuales mutilaban ojos y nariz para impedir la vuelta del fantasma para tomar venganza.
Hartman (2001) nos habla de los nazis tras la guerra: derrotados, culpables y avergonzados y con baja autoestima. Estos sentimientos los ocultan con la formación reactiva de arrogancia. Además pueden proyectar la culpa hacia fuera en forma de un perseguidor que en ocasiones es el hijo. En muchos casos, los hijos identificándose con los padres, desarrollan sentimientos de culpa y vergüenza. Cuando los niños son objeto de proyecciones negativas, ellos se ven a sí mismos como los judíos de sus padres.
Más adelante nos dice como el silencio fue la forma en que los padres manejaron su pasado nazi  la hora de comunicarlos a los hijos. Esto socavaba la confianza de los niños en las relaciones humanas. Además, los niños tenían que rellenar con fantasías, el vacío informativo acerca de sus padres en la guerra. Creaban padres fantasma para satisfacer su necesidad de tener un padre honorable.
 Esta falta de autoestima por parte de los perpetradores se transmite a la segunda y tercera generación (Hartman, 2001)
En España, se puede ver el no querer saber o no querer preguntar acerca del pasado de los padres como participantes en los asesinatos a civiles. Los llamados “cuneteros” o “matones”. Algunos agresores utilizan el mecanismo de desrealización, semejante a la de una situación postraumática. Se vive lo acontecido como lejano e irreal, como quien ha visto una película. De esta forma, algunos pueden hablar a sus hijos de los crímenes.
Algunos hijos y nietos de nazis se han identificado con sus antecesores creando una historia falsa, que negaba el Holocausto. Otros no han podido identificarse con ellos buscando madres o padres sustitutos. No es raro que el terapeuta adopte esta función.

                -SIMILITUDES EN FAMILIAS DE AGRESORES Y VÍCTIMAS-

Rosental y Volter (2001) encuentran similitudes entre familias de judíos y de nazis: bloqueo de la información acerca del pasado familiar, acting outs del pasado por medio de fantasías y de reacciones psicosomáticas, miedo al examen, sentimientos de culpa y proceso de autonomía alterado. En ambos grupos el silencio fue la forma más eficaz de transmitir el trauma. En las familias de víctimas ante la falta de información se generan fantasías de que son agentes activos. En las familias de agresores se dan fantasías de que son víctimas pasivas.

                             -RECONCILIACIÓN-
La ventilación de todo esto tiene que ver con la creación de “espacios de seguridad” que permitan ventilar, compartir y curar todas estas tareas pendientes.
Citaré una reflexión de Sacks (1995) a propósito de Alemania en relación a la reconciliación:
“Es claro que los intentos de enterrar simplemente el pasado debido a su incomodidad, han tenido como mucho un éxito temporal. En el medio y largo plazo se hicieron contraproducentes... la reconciliación es mucho más que un gesto de amabilidad y cortesía hacia los que nos hirieron. La verdadera reconciliación en un proceso profundo que trata con el dolor y sus emociones. Está tan confiado en el objetivo que permite expresarse a la memoria genuina”.
Si el dolor no se constata ni se reconoce, vuelve a la superficie en las formas más amargas e inconvenientes.
Tras la generación de la guerra todos son víctimas. En este sentido queda por elaborar como han vivido los descendientes de fascistas ejecutores de asesinatos etc. Para dar pistas acerca de ello resumo algunas de la entrevistas que hizo Peter Sichrovsky (1988) a hijos de nazis en su obra “Born guilty”.

                              -TESTIMONIOS-
Ø  Hija de nazi alemán
Repentinamente aparece una denuncia contra su padre. Hasta entonces todo había sido normal. Se sorprende del tiempo que tardó en preguntar: “Hice a mi padre una pregunta que todos lo niños deben hacer a sus padres: ¿qué hiciste en la guerra?” (Sichrovsky, 1988).

Ø  Hijo de nazi alemán.
El padre lo niega todo y siente que les hicieron daño a ellos. No piensa en preguntar a su padre que hizo en la guerra ni podría, pues su padre se irrita enormemente cuando se menta el tema. (Sichrovsky, 1988)

Ø  RUDOLF: EL CULPABLE
Hijo. Pesadillas repetidas en las que se ahoga en una cámara de gas tras ser arrastrado a ella. “Inocente. Viviendo la vida de un culpable”. Homosexual se lo dice a los padres: “por primera vez en sus vidas estaban avergonzados”. “No debo tener hijos, esta línea tiene que terminar conmigo. ¿Quién sabe que demonio llevo conmigo?” Conducta homosexual explícita, problemas en el colegio. Sus padres llamados por el director. Poco después mueren en accidente de coche. “Quizá yo los maté. Quizá los llevé contra aquel árbol a propósito”. (Sichrovsky, 1988)

Ø  JOHANNES: EL INOCENTE
Padre rígido, normativo, trabajador del tren, llevaba  judíos.
Johannes roba secretamente y sostiene una vida de lujo, sin pasado. Se cambia de personalidad, es otro.
 “Qué bonito hubiera sido una vida sin pasado. A veces pienso que los dos habían muerto ya cuando yo era pequeño”. (Sichrovsky, 1988)


Ø  SUSANNE: LA QUE TIENE ESPERANZA
Hija. El nieto descubre que la casa se la quitó su padre a judíos que murieron en Auswich. Siente que su padre manipuló la verdad. Se aleja de él viéndolo como un extraño desde entonces.  (Sichrovsky, 1988)

Ø  SIBYLLE: LA ORDENANZA
Hija. “Pensaba que era mala, si no, ¿por que mis padres me pegaban?”.
“No tenían sentimientos de culpa. Siguieron igual”. Le pusieron de nombre Sibylle de forma que las iniciales eran SS. Cuando se quejaba le decían que no tenía sentido del humor.” Me asustaba de mí la falta de compasión por las víctimas que no se defendían. Mis hermanos y yo nunca nos defendimos de las humillaciones”.
Tras la muerte del padre se une a un hombre 20 años mayor y parecido a él. Posteriormente vive con una mujer. “Trato de imaginarme que hubiera pasado si hubiera tenido hijos. Los hubiera hecho mis víctimas. Prefiero no haber tenido hijos”. (Sichrovsky, 1988)

Ø  MONIKA: LA CREYENTE
Hija. “Nunca dije que mi padre hubiera sido de las SS. Temía el rechazo”.
“Estudié psicología y empecé a trabajar en prisiones. Me gustaba ser la debilidad en lo fuerte y lo bueno en la maldad. Eso es lo que estaba buscando en mi padre. Quería demostrarle que en prisión todos no eran iguales. Que había algo bueno en los más malvados”.
“Nunca hablamos de lo que había hecho”. Me tomó tiempo sacar mi agresividad contra él. Ahora se que él siempre ha sido un nazi. “Lo más removedor e importante es que no sé lo que hizo en la guerra”.

“Mi mayor problema es evitar ser como mis padres. Se lo que tengo en común con ellos”.
“Veía a mis padres como víctimas de su educación y su pasado. En cuanto dejé de verlos como víctimas logré distanciarme de ellos. (Sichrovsky, 1988)




Ø  EGON: VIVE EN EL PASADO
Padre médico de las SS en Dachau. Madre y hermana reprochando la decisión de no ser un médico normal. Le culpan de todo desde que murió. “Mi padre murió hace seis años pero ha estado muriendo desde entonces (el fin de la guerra)”.
“Mi hermana con su actitud quiere poner distancia entre ella y él”.
“En aquel tiempo era muy joven”.
No cree en los horrores del nazismo. Defiende a su padre y quiere ser médico. Hijo tardío nació en 1960. Su padre no le hacía caso.
“Entré en un grupo dedicado a proteger el ser alemán. Intentamos preservar los aspectos positivos del pasado y preparar el futuro, sentirnos orgullosos de ser alemanes”.
“No estoy aquí para renegar de mi padre. Al contrario, me siento muy orgulloso”.
“Yo le admiraba pero él me ignoraba”.
Acepta que mató prisioneros y lo justifica pero dice “accidentalmente le tocó, en el lado equivocado”. (Sichrovsky, 1988)

Ø  INGEBORG: LA CONCILIADORA
Hija. Abuelo paterno muerto en prisión de Guerra tras la primera Guerra mundial. “Eso es lo que hizo a mi padre ser un alemán nacionalista”. Mucha pobreza, sin su padre (abuelo de Ingeborg). “Creo que ejecutó partisanos italianos aunque me dijo que se negó”.
“Yo quería que fuera crítico con su pasado o hablara de sus errores, pero él estaba a la defensiva”.
Se casó con un judío (se ven matrimonios de este tipo que pueden hipotetizarse como cuestiones de culpa o síndrome de Estocolmo en nuestro caso).
“Por un tiempo me identifiqué con las víctimas. Casi pensaba que me había pasado a mí. Tenía una relación casi erótica con las víctimas y sobre todo con los supervivientes”.
“Pienso que en mi matrimonio yo he dado más que él. Me he hecho una extraña par mis padres, pero no él para los suyos”.
“Quizá mi vida en Austria con un judío es mi contribución a la reconciliación y la restitución”.
“En nuestra boda dijeron a todo el mundo que se sentían felices y que querían mucho a Alex. Cincuenta años después de Auswich eso puede ser un paso y no pequeño”. (Sichrovsky, 1988)

Ø  STEFAN: LA VÍCTIMA
Hijo. Siente que tras la Guerra ha pasado a ocupar con su padre el rol de víctima que antes tuvieron los judíos.
“Nadie nos toma en serio a nosotros los descendientes de los nazis. Algunas personas incluso piensan que somos como ellos”. (Sichrovsky, 1988)

Ø  WERNER: EL MEDIADOR
Hijo. “Mi generación es la generación de la mala conciencia”.
“Es una persona taciturna (su padre). Debe haber sido la guerra y la experiencia en el frente lo que le ha dejado así. Su silencio era terrible”. “De no ser por mi madre se había suicidado”.
Su abuelo, no nazi, tres años en prisión de los nazis, hizo el rol paterno.
Le dijo a Werner de su padre el nazi:
“Él fue uno de los que se dio cuenta a tiempo de que había estado implicado con criminales, y eso es plausible, pero eso le ha destruido y ahora es un hombre roto”.
Por presiones de la abuela, el abuelo le dice sin acritud que su padre fue quien le había denunciado, al encontrar unos panfletos en su casa. El abuelo no era el padre de su padre. Este había muerto y la abuela se había vuelto a casar.
A partir de saber esto, se siente culpable por lo que su padre había hecho a pesar de no haber nacido entonces. “Hasta entonces eran historias, cosas que habían pasado a otros. Desde entonces ya no tenía escapada a escuchar las historias de otros moviendo  la cabeza como ante barbaridades de extraños”. (Sichrovsky, 1988)

Ø  Nieta de muerto por los fascistas en la Guerra Civil.

“Mi madre es muy agresiva. Es como si por ser víctima tuviera el derecho de vengarse”. “He sido la madre de mi madre huérfana”.” No he tenido hijos biológicos. Me pregunto si es para romper esta tragedia” (Comunicación personal).



Ø  Nieta de muerto por los fascistas en la Guerra Civil.

Hablando de sus tías huérfanas:
“A los ganadores les gustaba la idea de que hubiéramos muerto de hambre. Las tías estuvieron deprimidas con motivo de una crisis económica. Una de ellas creó una compañía y disfruta mostrando sus joyas”. En su familia, la pérdida del padre se simbolizó como una pérdida económica. (Comunicación personal).

Ø  Nieta de  fascista en la Guerra Civil
Siempre me he sentido muy culpable de la historia de mi abuelo” (Comunicación personal).

Ø  Nieta de muerto por los fascistas en la Guerra Civil.

“En mi pueblo muchas huérfanas de muertos en la guerra se han casado con personas de la derecha o que simbolizan a los vencedores”  Uno de los muchos casos de alianzas entre victimas y agresores. Posible síndrome de Estocolmo. (Comunicación personal)


















BIBLIOGRAFIA

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Gregorio Armañanzas Ros
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